Aunque muchos
de sus amigos también eran aficionados a coleccionar cosas, Alba había decidido
guardar algo que nadie más tenía: rayos de sol.
Allá donde iba,
llevaba una pequeña caja oscura; y donde los rayos de sol eran más intensos, o
donde tenían una forma un tanto especial, Alba abría su cajita y los guardaba
dentro.
Nadie acababa
de entender muy bien su colección, pero a ella le encantaba por encima de todas
las cosas.
Sara y Jose,
los padres de la niña, de vez en cuando le ayudaban:
- Hoy
en el trabajo he visto un maravilloso rayo de sol que entraba por la ventana e
iba a parar a un vaso de cristal. Era tan brillante que lo he cogido para ti. –
y abriendo un pequeño saco de tela negra lo dejaba caer en la caja oscura.
Un día, estando
la niña durmiendo en su cama, le despertó un repentino ruido. No pudo ver más
que una sombra salir por la ventana.
Ya no había
nadie, pero estaba segura de que algo raro estaba pasando.
Intrigada por
lo que había sucedido se levantó. En su dormitorio había una escalera de mano.
Le pareció
realmente extraño. Quizá mamá o papá la hubieran dejado, pero no tenía mucho
sentido;
Sobre todo
cuando miles de veces le habían dicho que no podía subir a la escalera de mano
que usaba papá para los pequeños arreglos de la casa.
Mirando,
mirando descubrió una inscripción en el lateral de la escalera
A LA LUNA
Cada vez Alba
estaba más intrigada. Junto a la escalera encontró una carta:
Querida
Alba:
Te
he estado observando, y eres la persona que llevo mucho tiempo buscando.
¿Nunca te has preguntado quién enciende la luna cada
noche?
Yo he sido durante años y años esa persona; pero ya
soy muy viejo y necesito a alguien que me
ayude en mi importante tarea. Sin duda tú eres ese alguien que busco.
ayude en mi importante tarea. Sin duda tú eres ese alguien que busco.
Toma esta escalera mágica y sube por ella con tu caja de rayos de sol.
Estoy seguro que sabrás qué hay que hacer.
Pero recuerda siempre que esto tiene que ser un
secreto entre nosotros. Algo tan importante no
puede ser sabido por nadie.
puede ser sabido por nadie.
Confío en
ti.
Atentamente,
El alumbrero de la luna
Alba no acababa
de creerse lo que tenía
entre las manos. El mismísimo alumbrero de la luna le pedía ayuda.
Así pues, sin dudarlo, colocó la escalera cerca de la
ventana, tomó su cajita de rayos de sol y comenzó a subir por ella. De una
manera mágica ésta comenzó a alargarse sin parar hasta que llegó a la luna.
Una vez allí Alba supo exactamente lo que debía
hacer: abrió su caja oscura y con decisión soltó allí mismo los rayos de sol que había
ido coleccionando.
En ese momento
los rayos empezaron a correr por el suelo lunar como si de un rio se tratara,
inundando toda la superficie; Y la luna de pronto se iluminó.
Cada atardecer,
justo cuando el sol se estaba ocultando, Alba subía su escalera mágica de
camino a la luna. Nadie se daba cuenta, nadie la vio jamás subir cada peldaño
de la escalera con su cajita oscura; y nadie la pudo nunca ver abrir su caja
sobre la luna y verter en ella los rayos de sol.
Si había
recogido muchos, la luna brillaba enteramente redonda; si ese día había podido recoger poquitos,
parecía una pequeña sonrisa de luz que lucía burlona en el cielo
estrellado.
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